Conocí al camarada “Rafa” allá por 1975, cuando tuve que pasar a la clandestinidad y me instalé en Madrid. Al poco tiempo me incorporé al Comité Local del PCE(r) y allí estaba él.
Eran tiempos de crisis del viejo régimen franquista y de una actividad política casi frenética. Nosotros estábamos preparando el Congreso Reconstitutivo del Partido y manteniendo una pelea titánica frente al régimen y al revisionismo (y sus acólitos), que venían buscando la forma de imponer el continuismo franquista sin Franco.
Eran tiempos de crisis del viejo régimen franquista y de una actividad política casi frenética. Nosotros estábamos preparando el Congreso Reconstitutivo del Partido y manteniendo una pelea titánica frente al régimen y al revisionismo (y sus acólitos), que venían buscando la forma de imponer el continuismo franquista sin Franco.
El PCE(r) era una organización joven y aún pequeña, pero asumimos nuestra responsabilidad como correspondía al Partido de la clase obrera. Planteamos la única salida acorde con los intereses de nuestra clase: la ruptura con el régimen fascista; la depuración de golpistas, torturadores y fascistas, la Amnistía, el derecho de Autodeterminación, etc. En definitiva, la implantación de una República Popular.
El camarada “Rafa” era un obrero electricista y no estaba fichado, así que vivía “legal” con su mujer y sus hijos en Alcobendas, pero implicado con aquella actividad sin escurrir el hombro, siempre dispuesto, meticuloso a la hora de planificar el trabajo... Y sin perder nunca su sentido del humor y su optimismo. No era muy hablador, pero cuando intervenía era para dar en el clavo. En fin, uno de esos hombres coherentes y consecuentes, de los que inspiran cariño y confianza.
Luego volvimos a coincidir en prisión y ya supe que su nombre era José Ortín Martínez. En la cárcel se comparten, con más intensidad si cabe, los objetivos, las convicciones, los aislamientos, las huelgas de hambre.
Y es que los “demócratas”, ese híbrido con que se camufla el nuevo fascismo, campeones del pensamiento único y de exportar democracia a misilazos, no pueden tolerar el menor atisbo de disidencia ni de lucha.
Los presos políticos son utilizados como rehenes para aterrorizar: sólo pueden salir arrepentidos o muertos. Esa es la cadena perpetua. Esa es la condena a muerte. Esos son los corredores de la muerte versión española. La muerte de Rafa en prisión (cuando legalmente tenía que estar fuera) es un verdadero crimen de Estado.
Hay quien se rasga las vestiduras con razón por Guantánamo, por la pena de muerte, por la represión política en países lejanos... Pero aquí tenemos un Guantánamo en cada prisión, tenemos corredores de la muerte en los módulos de aislamiento, tenemos la tortura sistemática para los disidentes políticos y tenemos verdaderas ejecuciones sumarísimas de presos enfermos que tenían que estar en libertad, como el camarada Rafa, por ejemplo.
Sin duda, su vida de lucha, de coherencia, de entrega a la causa obrera y popular no caerá en el vacío. Como dijo el poeta, podrán cortar las flores, pero no podrán detener la Primavera.
J. Garrido
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